La guerra del frío

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Ya he empezado aquella época del año en que se multiplican las discusiones, sobretodo en las oficinas, por la temperatura ambiente. Ha llegado la guerra del frío.

Es difícil encontrar un término medio. En invierno, con la calefacción, hay menos problemas. En cambio, en verano, para unos el aire acondicionado se encuentra a muy baja temperatura y para otros demasiado alta.

Esto sucede de manera especial en los entornos de trabajo como las oficinas, donde hay personas muy diferentes y unos pueden sentirse a gusto mientras que otros tienen frío.

La temperatura ideal de confort se encuentra entre los 22 y los 26 grados, tanto durante el verano como en invierno. Independientemente de la temperatura exterior. Pero cuando se va a una oficina normalmente vemos a unos que van en manga corta y a otros que van muy cubiertos: a veces, las pequeñas diferencias en la percepción crean auténticas guerras del frío en la oficina.

Entre grado y grado existe además una diferencia también en lo que respecta al gasto energético. El debate, por tanto, va más allá de cómo nos sentimos y qué es más cómodo. También importa la economía y la sostenibilidad.

Hay varios factores que influyen en la aclimatación. Uno de ellos es la distribución del aire. Hay corrientes desiguales y lugares que están bien acondicionados y otros no dentro del mismo recinto. Cuantos más años lleva la tecnología instalada, más se nota. Si la temperatura es homogénea y no existen chorros de aire que afectan más a unos que a otros, el sexo también es un condicionante crucial.

Hombres vs mujeres

Según el catedrático de fisiología Francisco Mora, la mujer es más resistente al frío y al calor, tal como constatan algunos estudios. Sin embargo, ellas acusan más la bajada de temperaturas, ya que sus mecanismos son más eficientes para cerrar los vasos sanguíneos. Conservan el calor internamente y eso, aunque parezca una paradoja, les hace sentir más frío. Esto se debe a que la sangre mantiene la misma temperatura dentro, pero no llega de la misma forma a la piel.

En el hombre, en cambio, el cuerpo siente menos frío cuando más está bajando la temperatura. Parece que el sexo masculino aguanta mejor el frío, pero es todo lo contrario. Soporta peor las temperaturas bajas. No las siente tanto, pero le afectan más. La explicación se halla en la evolución y el papel que la mujer ha desempeñado por tradición en la protección de la prole.

En conclusión, es difícil llegar a un acuerdo. Más allá del sexo, según sus características personales (edad, peso, vestimenta, etc.) necesita una temperatura diferente para sentirse cómoda.

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